Un gin tonic. Está de moda. Lo preparas y lo tomas. Pero quizá no te has puesto a pensar de dónde vienen los ingredientes para preparar el tónic. Te cuento: la base para crear este popular coctel es la quinina, el extracto de la quina; el árbol emblemático que hace parte de nuestro escudo nacional.
El árbol de la quina crece naturalmente en los boques de neblina de los Andes. Pero lamentablemente quedan muy pocos árboles en estado natural. Las propiedades curativas casi milagrosas de su corteza que la llevaron a la popularidad, también la llevaron a su casi extinción. De hecho, la quinina fue clave para combatir enfermedades mortales como la malaria. Sin embargo, el árbol no tuvo un manejo adecuado para su aprovechamiento; haciendo que hoy en día sea muy difícil restaurar su ecosistema natural.
La quina demostró que nuestra biodiversidad andina cura. Pero si queremos que estas propiedades curativas sean sostenibles, debemos pensar en cómo manejamos el recurso y de qué forma lo aprovechamos. Lo que pasó con la quina, pasa hoy con otros representantes de nuestra biodiversidad.
Y por esas coincidencias lindas de la vida, resulta que la quina es prima hermana del café; y no solo eso, sino que comparten sitios preferidos en la montaña para crecer. Hoy, lo que antes estaba ocupado con biodiversidad nativa -como la quina- está cubierta en su mayoría por el cultivo del café. De hecho, desde su introducción al Perú en el siglo 18, ha ido ganando espacio en nuestro territorio, convirtiéndolo en el primer producto de agroexportación y de mayor extensión en Perú.
Sólo en el 2016 exportamos 750 millones de soles de café, un monto equivalente a la valorización de 12 selecciones peruanas de fútbol (antes de ir al mundial). Un dato interesante es que el 95% del café que producimos se exporta; y el 70% del café que consumimos los peruanos es importado. Es decir, producimos uno de los mejores cafés para el mundo e importamos uno de los cafés más convencionales para consumo nacional.
El cultivo del café abarca un área de 425,000 hectáreas, equivalente a 600 mil estadios nacionales; convirtiéndose así en el primer driver de deforestación en el país: 25% de la pérdida de bosque se atribuye al cultivo del café. Sin embargo, debido a la reducción de la productividad del café ocasionado principalmente por el cambio climático, se están abriendo nuevas áreas de cultivo, ocasionando más pérdida de bosques. Esta situación se agrava si consideramos que la gente seguirá tomando café y que al 2050, tendremos que triplicar la producción para cubrir la demanda.
¿Qué hacer para no seguir perdiendo más bosques de montaña -y por ende biodiversidad- por la ampliación de cultivos tan importantes como el café?
Concentrarnos en calidad. El café peruano es considerado uno de los más finos del mundo. 2017 fue el primer año en que Perú participó en el concurso la taza de excelencia, obteniendo resultados inimaginables: 5 lotes de café peruano con puntuación mayor a los 90 puntos en taza; cafés que en subastas internacionales alcanzan hasta 10 mil dólares por quintal cuando en el mercado de los commodities se tranzan a 130 dólares/quintal. La fórmula es sencilla: a mayor calidad de café, mayor es el precio que paga el consumidor especializado.
Y si miramos la ubicación de las zonas productores de estos cafés nicho nos damos con la sorpresa que muchas de ellas coinciden con zonas de bosques de neblina de los Andes. Y no solo eso, sino que las mejores zonas productoras se ubican en montañas muy empinadas.
Pero el mercado no solo demanda cafés de excelencia, sino también que el café haya sido cultivado bajo prácticas sostenibles y que sea un café que no implique deforestación. Aquí, la sostenibilidad se convierte en un atributo de calidad que incrementa el valor del producto en el mercado.
Y esto es reconocido y promovido por muchas organizaciones, como Conservación Internacional, que promueve en el mundo el Sustainable Coffee Challenge y que alienta a empresas a sumarse al reto de producir y consumir café sostenible. Empresas líderes ya se sumaron al reto.
¿Cómo hacemos compatible el cultivo del café y otros similares con la biodiversidad?
Una forma es imitando la estructura natural de los bosques –más conocido como sistema agroforestal-. Aunque no lo crean existen nichos de mercado tan especializados que solo consumen cafés que tengan la certificación que indique que el café ha sido cultivado respetando las zonas migratorias de las aves; y para ello, los árboles que dan sombra a los cultivos resultan clave. Una sombra creada muchas veces por árboles plantados y que pueden ser usados para múltiples propósitos, particularmente con fines maderables.
Si bien lo óptimo es usar árboles existentes, hoy en los bosques andinos, solo queda alrededor del 10% de lo que alguna vez fue su cobertura natural. Los incendios forestales y la agricultura y ganadería mal planificada son los principales causantes de esta pérdida.
Los niveles de degradación de estos ecosistemas frágiles los vuelven invisibles. Pero muchas veces el verdadero valor de las cosas no siempre es evidente.
Sin embargo, hay que ver las oportunidades: es en los andes donde se encuentra el 70% del área disponible a nivel nacional para reforestar. Se ha estimado que el potencial de reforestación en los andes es de 7.5 millones de hectáreas; principalmente en zonas de pendientes, pero con buenas condiciones de suelos.
Y hablar de plantaciones nos lleva a las comunidades campesinas andinas; y es que es ahí donde se concentran las oportunidades para hacer negocios con impacto social y con base en la biodiversidad en las montañas.
Tenemos que conocer el contexto para poder propiciar un buen clima de inversión. Más aún cuando en muchas regiones andinas del país, más del 50% de sus territorios son de propiedad de comunidades campesinas. Y a su vez, 50% de las concesiones mineras en los Andes están debajo de territorios de comunidades campesinas.
Anticipar cualquier tipo de conflicto de origen socio ambiental, asegura la permanencia del negocio en el espacio territorial. Y para ello tanto desde el Estado como desde el sector privado se han fomentado una serie de instrumentos y mecanismos en el marco de los procesos de negociación.
Y justo donde están las comunidades campesinas de los Andes; en las partes más altas de la montaña, es donde se juega el destino del agua del Perú. 70% de la oferta de agua para generación eléctrica proviene de los ríos andinos, de los cuales además dependen los grandes cultivos de agroexportación ubicados en los valles costeros.
Es aquí en donde cobran relevancia los esquemas basados en la conservación de los servicios ecosistémicos, como los mecanismos de retribución por servicios hidrológicos, así como otros instrumentos que fomentan la inversión en la conservación de los ecosistemas clave para producir y regular agua; tales como las obras por impuestos y las alianzas público-privadas.
Oportunidades de negocio con base en la biodiversidad andina las hay miles. Un caso emblemático es el de Inka Moss, una empresa peruana que inició como startup y hoy, junto con comunidades campesinas andinas, aprovecha sosteniblemente el musgo que crece en los suelos para exportarlo como sustrato para orquídeas o para jardines verticales y como filtros naturales de piscinas. Este negocio sostenible ha permitido mejorar en 35% los ingresos de las familias de las comunidades con quien trabajan.
El manejo y la conservación de los bosques andinos va a la par con las cadenas de alto valor, ya sean de productos o de servicios; que a la vez reconocen valores sociales y ambientales en la cadena de suministros.
Si queremos aprovechar al máximo nuestra diversidad tenemos que dejar de ver al Perú longitudinalmente. Sí, es cierto que tenemos tres regiones bien marcadas: costa, sierra y selva. Pero dejemos de pintar la costa de amarillo, la sierra de marrón y la selva de verde. Hagamos cortes imaginarios a la montaña y comencemos a ver las oportunidades diferenciadas por cada piso altitudinal.
Los Andes no son para la gran escala. Las montañas andinas son para perfumería, y por eso trabajar con mercados especializados es una gran apuesta. No es casualidad que seamos un país de centro de origen de biodiversidad.